La movilidad está cambiando a un ritmo vertiginoso y a todos los niveles. Uno de ellos es el modelo energético que propulsa los vehículos que usamos para movernos, viajar o transportar mercancías. Sin lugar a dudas la aceleración del cambio climático y el impacto de los combustibles fósiles sobre el medio ambiente y la salud de todos están jugando un papel decisivo hacia esa transformación. La necesidad de un modelo de movilidad más sostenible se hace cada vez más patente y esto provoca la aparición de energías alternativas. El debate sobre el monopolio del futuro mercado de la automoción está abierto: ¿Coches eléctricos o coches de hidrógeno?
¿Cómo funciona un coche de hidrógeno?
El motor de un coche de hidrógeno está compuesto por varias partes. Una de ellas está formada por la llamada pila de combustible, encargada de producir electricidad a partir de la reacción del hidrógeno almacenado en contacto con el aire y liberando agua al exterior en forma de vapor. Esta energía se almacena en una batería que se usará cuando el vehículo circule a baja velocidad. En los desplazamientos por carretera, cuando se requiera más potencia, el motor usará la pila de combustible al tiempo que recargará la batería. Otra forma de recarga de esta será mediante la electricidad generada durante las frenadas. Aunque algunas marcas han realizado modelos propulsados por hidrógeno y parece ser a priori la opción más ecológica, lo cierto es que por el momento las incertidumbres sobre su viabilidad son todavía demasiado grandes.
Ventajas y desventajas: coches eléctricos frente a coches de hidrógeno
- Tiempos de carga. Más allá de la vertiente ecológica del hidrógeno y sus emisiones, uno de los elementos más destacados por sus defensores es el tiempo de recarga del vehículo. Los fabricantes aseguran que es posible recargar el tanque del vehículo (de forma prácticamente idéntica al repostaje de combustibles fósiles) en aproximadamente cinco minutos. Otra de ellas es la autonomía, que puede superar los 600 km, o que no necesita baterías pesadas ya que no es necesario almacenar grandes cantidades de electricidad para asegurar su funcionamiento.
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Obtención de combustible. Sin embargo, a día de hoy las desventajas de los coches de hidrógeno frente a los coches eléctricos hacen muy complicada su viabilidad para convertirse en el modelo de propulsión dominante de la movilidad en un futuro inminente. Empezando por la obtención del combustible. Aunque sea uno de los elementos que más abundan en el mundo es necesario tratarlo para obtenerlo en el estado necesario para la automoción. A día de hoy las distintas formas de obtención del hidrógeno , lo convierten en un proceso costoso, difícil y contaminante según el procedimiento.
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¿Cero emisiones? Tanto el coche eléctrico como el coche de hidrógeno son considerados como dos modelos de 0 emisiones. Aún así, cabe decir que la energía eléctrica generada para la recarga de un coche eléctrico puede provenir de fuentes contaminantes. Pero en el caso de uso de renovables (40% del total en España) ya supone un paso por delante frente a la forma de obtención del hidrógeno. Además la ventana de oportunidad que se habré con la propuesta del gobierno de eliminar el impuesto al sol y fomentar el autoconsumo otorga enteros a la recarga eléctrica de vehículos.
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Eficiencia energética. A día de hoy, la eficiencia de un coche eléctrico supera a la del coche de hidrógeno. La energía total consumida por el vehículo de hidrógeno es mayor que la del eléctrico. En base a los datos proporcionados por la agencia Transport & Environment, la eficiencia de un coche eléctrico actual es del 73% frente al 22% del hidrógeno: tan solo a 9 puntos de distancia del 13% de eficiencia de los modelos térmicos.
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Potencia del motor. La potencia del motor es otro de los handicaps actuales del vehículo de hidrógeno. Por el momento los fabricantes no han conseguido construir vehículos que puedan compararse en potencia con los eléctricos. Además, los costes de fabricación encarecen mucho el producto.
De cara al usuario hay dos elementos clave que hacen decantar la balanza en favor de lo eléctrico: el coste de los coches de hidrógeno y la infraestructura existente para su repostaje.
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Coste de adquisición. Aunque a día de hoy adquirir un coche eléctrico, de media sigue siendo relativamente más caro que uno de combustible, comprar un coche de hidrógeno es prácticamente imposible para la mayoría de los consumidores. La media está en los 60.000 euros, una inversión que no está al alcance de todo el mundo. A todo ello hay que sumar que el modelo de movilidad está cambiando. Tanto las empresas de alquiler de coches como aquellas de cualquier sector logístico que han de renovar su flota están apostando por el vehículo eléctrico. La descarbonización y el liderazgo de estas empresas en ser pioneras por su apuesta eléctrica están sentando las bases para la consolidación de este modelo que mostrará una curva al alza a partir de 2020.
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Infraestructura. En relación a la infraestructura de recarga para coches eléctricos no hay debate: en nuestro país es posible recargar un coche eléctrico en alrededor de 4.000 puntos repartidos por toda la geografía, red en la cual Etecnic ha participado activamente en su expansión con proyecto, instalación, gestión y mantenimiento de las estaciones. Recargar el tanque de hidrógeno de un coche es harto difícil ya que el número de hidrogeneras es prácticamente inexistente y no todos los puntos de repostaje son de acceso público. Además la instalación de una hidrogenera requiere una inversión muy elevada. Por el contrario, instalar un punto de carga es mucho más sencillo, requiere unos costes infinitamente menores y es un modelo ya consolidado.
En este contexto, no cabe duda que la movilidad eléctrica se postula como la alternativa real a este cambio masivo frente a otras energías como pueden ser el GLP (Gas Licuado de petroleo), GNC (Gas Natural Comprimido) o hidrógeno. Aunque este último modelo de energía alternativa parece estar más a la orden del día como posible candidato a desbancar al vehículo eléctrico en un futuro cercano, la realidad es que el camino a recorrer es demasiado complicado como para consolidarse como dominador del mercado. Y su futuro, altamente incierto.